miércoles, 3 de octubre de 2007

Libros: Emily Brontë - Cumbres Borrascosas (Wuthering Heights)


Bueno, resulta que un burgués ocioso de la ciudad, el señor Lockwood (cagao en guita se supone, como todo burgués en pleno auge capitalista de la Inglaterra Victoriana), decide -vaya a saber uno la razón- irse a vivir un tétrico paraje de la campiña inglesa rodeado de pantanos, caminos intransitables, tierra poco fértil, y comprarse una granja. Pero cuál es su sorpresa al ir a visitar a su arrendatario en una residencia cercana a su flamante nueva granja, de nombre “Cumbres Borrascosas”. El arrendatario –de nombre Heathcliff- no sólo es un psicópata que no niega en sonreir cuando una manada de sus perros intenta engullirse al desafortunado inquilino –al que no le ofrece nada de comer pues en la casa “no hay cocina, sólo jamones colgando del techo”- sino que además el resto de los huéspedes del lugar están completamente locos, se odian entre ellos, y también tratan al pobre burgués como si de fanáticos marxistas capaces de estrangularlo al mínimo descuido se trataran. Para colmo, debido a la nieve, los pantanos, lo intransitable de los caminos y todo lo anterior que hemos mencionado; Lockwood se ve obligado a quedarse una noche en "Cumbres Borrascosas" y, como para dejarlo un poco más tranquilo, no puede pasarle nada mejor que ver a un fantasma.

En lugar de irse corriendo del lugar, como un “cálculo racional costos-beneficios” burgués-victoriano lo marcara, Lockwood decide volver a su nueva granja, “La Granja de los Tordos”, y en plan la familia-yanqui-burguesa-somos-muy-machos de “El Fantasma de Canterville” de Wilde, pedirle a su ama de llaves que le cuente un poco sobre aquellos siniestros personajes que ha conocido.

¡Pedirle que le cuente un poco!

El ama de llaves, ni corta ni perezosa, comienza a narrarle “brevemente” la historia que, dada su naturaleza chismosa y el comprensible embole que tendría la vieja de vivir toda su puta vida allí, dura nada más y nada menos que unas 300 páginas en letra pequeña, historia la cual el señor Lockwood transcribe para nosotros “de forma casi literal” porque aparentemente también gozaba de una prodigiosa memoria para dichos menesteres.

La narración más o menos se reduce a lo siguiente: Heathcliff es, desde su más tierna infancia, alguien malo, malísimo, sobrenaturalmente MALO, quien no duda en hacer, a través de los años en los que transcurre el relato, las cosas más pérfidas y perversas a toda persona pura o buena que se le cruce: bebés, niños, adolescentes, ancianos, hasta su propio hijo…todos son víctimas de los maquiavélicos planes de Heathcliff, de sus nada medidos insultos, de sus golpizas y sus constantes carcajadas BWAHAHAHA de “MALO ENTRE MALOS”, acciones cuya meta final no es la riqueza ni nada, sino vengarse de todo el mundo porque “se lo merecen”, a pesar de que no le hayan hecho absolutamente nada.

La única que se libra de tan absoluta e indiscutible MALDAD es curiosamente la autora del relato, el ama de llaves, quien no siente ningún reparo en decir que Heathcliff “hasta le guardaba cierta estima”, suponemos que por no hacer absolutamente nada útil a lo largo de la historia para detener los planes del malo-entre-malos más que darle dos o tres regaños del tipo “Oh, vaya. ¡Qué malo es Usted! ¡Debería darle vergüenza!”.

La obra, pues, puede leerse bien en forma sadista-humorística, poniéndonos en el lugar de Heathcliff (algo harto imposible, pues es un personaje detestable donde los haya) y reírnos maliciosamente junto a él con sus constantes crueldades hacia todo personaje bueno que aparezca en la obra (que sabemos de antemano que están condenados a la fatalidad de sufrir, sufrir y nunca dejar de sufrir), o bien en plan moral y esperar que Heatchcliff reciba su justo castigo, llevándonos por supuesto una tremenda decepción.

El libro me lo recomendó mi hermano que me dijo que era “precioso”. Será porque nunca lo habrá leído.

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